LA POETA ANDREA MAZAS ESCRIBE SOBRE MARTA PLUMILLA


«Mi admiración por Marta Plumilla puede traicionar mis palabras, volverlas cursis, puede hacerme perder, al hablar de su hacer, el buen atino con que ella retrata la emoción del ser humano, del hecho de ser persona, por encima de cualquier etiqueta pero por debajo del bien y del mal. Sus letras parecen haber estado tan a mano de cualquiera hasta que ella las escribe que uno siente algo de rabia al escucharla pero, si alguna vez ha intentado alcanzar la delicada sencillez de Plumilla, se le pasa pronto, porque sabe lo complicado que es llegar a ella. Probablemente seamos muchos los que intentemos, al crear, desprendernos del prejuicio, de la construcción, del artificio, de la literatura que rodea cada sentimiento ancestral y muy seguramente sean pocos los que consiguen dejar al descubierto solo la esencia, la emoción en estado puro pero poético. Marta Plumilla sabe hacerlo. Ese es su don. En su corta trayectoria sobre los escenarios ha aprendido a hacer de ellos su medio, su medio líquido. No es una sirena sino un pez cósmico en un salón de baile inverosímil: al principio nosotros miramos sin entender bien sus pasos, pero ella nos sirena con su canto hasta hacernos formar parte de él. Un pez cósmico no ofrece conciertos ni recitales. Ofrece rituales o, dicho de un modo más profano, espectáculos. El espectador se ríe con ella, de ella y de sí mismo, y llora con ella, porque sus canciones son las canciones de todos: tiene nuestros deseos, espanta a nuestros fantasmas, sueña nuestras pesadillas y ama a nuestro amante. En definitiva, ella musicaliza nuestras preguntas sin pretender responderlas. En sus letras solo llega a atisbar un posible indicio del camino que podría llevarla a dar con una incierta respuesta. Pero ese indicio es tan honesto, tan verdad, que nos vale como respuesta para el día en que por fin la escuchamos».

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