DAVID TORRICO (CRÍTICA EN EL PAÍS)


Tenía ya un par de grabaciones danzando por las estanterías, de manufactura casi doméstica, pero La primera piedraconstituye el esfuerzo más evidente de David Torrico por incorporarse a la primera división de trovadores peninsulares. Y el reciente treintañero de Leganés quiso celebrarlo anoche en la Galileo Galilei con pleno de amistades sobre el escenario y entre el público. Se evidenciaron complicidades múltiples, vivencias compartidas, simpatías indisimuladas. Pero también la sensación de que este muchacho tierno y sonriente constituye una propuesta diferente a la consabida canción amorosa o comprometida. Una alternativa puede que aún por madurar, pero macerada con sensibilidad y perseverancia.

Comenzó Torrico en solitario, combatiendo los nervios con unas filigranas sobre el mástil de la guitarra que podrían remitir, salvando las distancias, a Heitor Villa-Lobos. La herencia brasileña constituye su recurrente seña de identidad, por más que en este capítulo le superará siempre entre los nuevos cantautores el gran Hugo Arán. Pero conoce las claves de la armonía, acredita una agilidad inusual e incluso reclama connivencia con una bossa nova como Luna de verano, convencional pero muy bien construida.

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